lunes, 28 de noviembre de 2011

MI PRIMO, MI AMIGO, UN OLVIDO


Por lo general uno siempre se lamenta cuando un ser querido muere, en nuestro interior surgen culpas y reproches, que muy pocas veces salen a la luz, sino que buscan el perfecto camino de la justificación, y supongo que cada uno sabe porque.

Sin embargo, en mi caso y en este caso en particular, voy a sentirme culpable, voy a sentir reproches, como una confesión intrascendente, porque quien debería escucharla ya no está. O sea solo estoy calmando mi alma atormentada de ¿porque no fui más comprensivo, porque no me acerque más, porque tuve prejuicios?, supongo que de esta manera podré seguir mi camino sin el asecho de mi tristeza y de la serpenteante culpa que muerde desprevenidamente.

Cuando chicos, Marcelo fuimos compañeros de aventuras durante todo el verano en Valle Hermoso, y de cuando en cuando los fines de semana en la casa de Colón o de Cofico. 

Teníamos unos meses de diferencia en la edad, yo era más grande, pero cuando jugábamos siempre estábamos juntos, ¿te acuerdas cuando estábamos escondiendo en Valle y nos agarraron las avispas negras, y a vos te dio fiebre y se te hincho la cabeza?, lo que nos obligó a estar unos días en cama perdiéndonos el juego veraniego, o ¿cuándo diagramábamos  “maldades” para uno de nuestros primos que considerábamos un pesado?.
Más tarde, ya más adolescentes, íbamos como buenos dandi  a tomar tragos a un bar muy fino de La Falda o a escuchar música en una casa de venta de discos, más tarde en “Acustiko” fuimos aprendiendo gracias al Juanchi, lo que era escuchar buena música.

Así fuimos caminado caminos, como dice Machado, fue y seguirá siendo notorio, las diferencias de ver el mundo, pero eso no nos evitó seguir siendo primos.

Yo nunca te “marqué” las cicatrices de una infancia accidentada, y vos nunca me “dijiste” la verdad de mi identidad, fue como un acuerdo tácito, sin haberlo conversado, quizás porque como dice el viejo refrán los extremos en algún punto se tocan.

Después la vida te puso al frente de decisiones difíciles, que fuiste sorteando de a una, algunas veces errando, pero otras acertando, pero en lo que a mí respecta siempre fuiste generoso y confiaste en mí, quizás cuando nadie confiaba.




Nunca voy a olvidar que me diste la oportunidad de poderme expresar, de poder desarrollar mi pasión que es la arqueología y la historia, sólo para ayudarme a sobrevivir. Después, Marcelo los egoísmos foráneos te obligaron a dejarme fuera del juego, o por lo menos, yo lo sentí así, y eso me bastó.

Con el tiempo el olvido nos ganó, a pesar de que de vez en cuando un mail, nos ponía en contacto, y como me dijiste en último mail, si uno no se junta con los que quiere, que nos queda, tantas cosas vivimos juntos. Yo te contesté que tenías razón y que solo te pedía que los problemas de familias quedaran en el olvido, vos me contestaste: sí. Y esa fue la última vez que te vi.     

Siempre te he tenido entre en mis recuerdos, y estas fotos son una prueba, me costaron elegirlas, pero puse en la que estabas sonriendo, porque imagino que la sonrisa es felicidad, por lo tanto como no pensar que por lo menos en ese instante eras FELIZ  





Mi primo, mi amigo, un olvido, te pido perdón y como en aquellos años; cuando te vuelva a ver en algún lugar del infinito, te prometo que no te voy a preguntar porque te fuiste sin pedirme ayuda.

Esteban Pillado Ruibal













No hay comentarios:

Publicar un comentario