sábado, 30 de julio de 2011

NO MATARAS, PERO MOLESTARAS CON CRUELDAD

Imagen tomada de la página web de la Universidad Nacional de Córdoba

Hace muchos años, conocí al Prof. Del Barco, hombre querible, de aspecto de científico, poeta loco, un ser del cual uno aprendía; sobre todo, recuerdo su campaña en contra de las máquinas. Aclaro que estos encuentros eran informales en un lugar cuyo nombre prefiero olvidar, que compartíamos físicamente. Sin ser nada ni nadie, yo como persona común me nutría de él, y con el mismo pensamiento de que no soy nada ni nadie, me sorprende desde hace algunos años la postura que ha tomada públicamente este querido profesor (Del Barco).
Era y no porque no quisiera, sino porque no la publicaron más asiduo lector de la revista La Intemperie; me suscribí y esperaba con ansias que llegara a mi lugar de trabajo. Era una revista inteligente, moderna, seria, valiente, pues cada escritor se responsabilizaba de lo que escribía, y fue justamente en esta revista, que si para agregarle algún adjetivo más podría compararla, aunque la comparaciones son fastidiosas, a la revista Crisis de los 70, que también dejo de salir y en donde escribieron mentes que con el tiempo fueron y son fundamentales en el pensamiento americano respecto de cómo ver a nuestra región desde el verdadero lugar. En esta revista La intemperie, el Prof. Del Barco publicó una nota criticando a un dirigente guerrillero de los 70 que relataba algunos episodios internos en donde la vida humana tuvo un drástico fin: la muerte. Del Barco reaccionó, y expresó que eran unos imberbes que se jactaban de las muertes y nunca habían tenido ni una migaja de autocrítica. Después otros como corresponde y le respondieron, pero Del Barco no volvió a salir, ni tampoco fue y se entregó a la asamblea de Derechos Humanos diciendo miren acá estoy soy culpable.
Aclaro que si yo no publiqué NADA, de nada solo, fue porque soy nada ni nadie y en los pasillos de la Universidad Nacional de Córdoba, heredera de la reforma del 18, solo se tiene acceso si se es destacado (lo que está bien), si se hace política partidaria, o si es amigo de los dirigentes, perdón Carolina, pero la realidad no se puede tapar.
Y así quedó ese exabrupto del Profesor Del Barco en el inconsciente de los pensantes, académicos, y personas comunes. El tiempo pasó, y nos fue poniendo a la sociedad más al descubierto, fue mostrándonos una realidad social, política, académica, educacional y mediática diferente, “bisagra” como gusta decir hoy -lógica a mi pensar-. Si sumamos y ubicamos en el justo espacio-tiempo de cada hecho histórico y situando a cada persona en ese tiempo-espacio, hubiéramos estados pre venidos a que este cambio se iba y debía dar. Y si nos ponemos poéticos como era el profesor Del Barco cuando lo conocí, podemos jugar con el sentimiento de que esos cambios, nos gusten o no nos gusten, debían venir de las mujeres, las únicas preparadas de la especie para revolucionar el sentimiento, digo como ejemplos destacados Cristina, Carolina, y todas las que se prendieron en el proyecto, nos dieron a los argentinos esa oportunidad de “doblar la esquina”.
Sin embargo el profesor  Del Barco, volvió a salir a la palestra (que fea palabra) y desempolvó sus viejas balas para disparar a un viejo amigo. Debo reconocer que desde mi ignorancia de nada y nadie el profesor Del Barco es coherente y persiste con el mismo tema: “aquellos que estuvieron en los grupos violentos de los 60/70, deberían flagelarse en la plaza pública”, diciendo: mea culpa, mea culpa. Al igual que él lo hizo en esa carta a la revista La Intemperie.
Pero esta vez el profesor Del Barco apostó una ficha más. En el campo, campo, no el de los sojeros, dirían: este profesor se cebó. Y  apuntó sus viejas balas a un poeta, viejo también, que había participado de las dirigencias de los grupos violentos de los años 60/70, reclamándole que no merecía el premio que la Universidad Nacional de Córdoba instauro: “Premio Universitario de Cultura 400 Años” porque no solo era responsable de crímenes sino porque además respalda una dictadura como la Fidel Castro, dando por sentado que el Comandante es un dictador, postura que yo no comparto y que la universidad no puede premiar a semejante monstruo (eso lo digo yo) que es capaz de estar del lado de la dictadura.
Confieso que al principio me dije, pobre profe, está un poco pasado en años, pero después cuando releí los argumentos -Y DE ESTO ME HAGO CARGO PERSONALMENTE- me parece que a mi querido Profesor Del Barco, lo hizo reaccionar la envidia, hace unos años con la revista La Intemperie, que hasta el momento no le había pedido ninguna nota, o lo había entrevistado y con Juan Gelman, que recibiera un premio que bien podría haber recibido él. Olvidó mágicamente su pasado militante, y por más que haya hecho un acto de contrición, ese acto intelectual y casi periodístico no lo exime ni lo autoriza a juzgar a todos los que estén en una situación similar. Del Barco NO ES DIOS, es apenas un profesor, un poeta un filósofo que no ha recibido un premio y que muchos tienen en el olvido. Quizás en su retiro de las sierras o de donde esté ve mucha televisión y al igual que las vedettes de turno haya aprendido que para mantener la memoria hay que aparecer en los medios y hacer “quilombo” y que casualmente en nuestra provincia lo publica con énfasis uno de los diarios satélites de quienes hoy por hoy quieren encaramarse al poder político del país porque no quieren perder la oportunidad de seguir robando a los argentinos.
Profesor, profesor, ha sido usted un idiota útil, le han vendido el espejito de que hay pocos intelectuales como usted y que salir a la comunidad diciendo: los que estuvimos en los grupos violentos somos culpables de asesinatos y torturas y que Fidel Castro es un dictador, y que todos los que tuvieron un pasado así.  no pueden recibir ni un premio, está mal, porque antes de decirlo tendría que haber actuado, y disculpe si se lo marco, pero antes que escribir una carta debería haber ido a la Universidad nacional de Córdoba y decir: RENUNCIO, porque NO MATARAS, y yo me siento culpable de eso. Entonces después haber escrito todo lo que quería escribir. Sino parece envidia de alguien que cayó en el olvido.
Pero no quiero terminar profesor sin decirle que si comparto un pequeño párrafo con usted, que la Universidad Nacional de Córdoba, por boca de su rectora se lavó las manos, porque no se defiende un premio diciendo: para poner de relieve, mediante un acto de reconocimiento público, la labor de personalidades, grupos, asociaciones e instituciones de probada trayectoria en distintas áreas de la cultura y las artes, de Argentina y Latinoamérica. La capacidad humana para crear cultura es la misma que nos permite reflexionar sobre nuestras condiciones presentes y transformar el sentido de la vida futura. Debemos el mejor estímulo para esas tareas a nuestros escritores, poetas, músicos, intelectuales.
Porque en nuestra propia universidad existen una infinidad de profesores e institutos que estarían enmarcados en esa definición. Lamento porque sigo confiando que son estas dirigentes las que han cambiado el futuro de los argentinos. Pero bueno, la política es la política, el gran arte de lo imposible. 

Esteban Luis Pillado - Mendiolaza, Julio de 2011